¡Sublime! ¡Magistral! Una de las mejores de España.
Con la repostería menorquina se ha cometido desde siempre esa injusticia tan española de la indiferencia, cuando no la ingratitud.
La repostería local es antigua y amplia: bebidas, dulces, pastas dulces y saladas, pasteles, bizcochos, mermeladas, turrones, chocolates, etc.
Las cocas menorquinas y las ensaimadas, en sí mismas nos obligarián a prolongar los texto de esta guía si nos entretuviéramos en contar sus excelencias, en las cocas si cumpliésemos en enumerar sus variedades, que son casi infinitas. Las cocas desde antiguo fueron un recurso de gastronomía festiva, tanto para la comunidad payesa como la comunidad urbana. Cuando decimos “gastronomía festiva”, no es porque se hicieran las cocas en los días de fiesta, que también, sino porque era un punto y aparte ente la cotidianeidad del cada día y lo festivo. Así por ejemplo, las “madones” acostumbraban cuando hacían sus hornadas de pan –y eso era por pronto una vez a la semana, y no era raro que fuera cada quince días- a meter en el horno alguna coca, que aliviaba aquellas monotonías gastronómicas alegrando mesa y boca. En Menorca en general entre la población menestral era costumbre de llevar algún guiso al horno de pan, y así por las calles de nuestros pueblos había un ir y un venir de maas de casa que llevaban al horno un “tià” o unas cocas, las calles se perfumaban con los efluvios de unas patatas panadera, unas “albergínies as forn”, y nada diremos de cuando por Pascua se hacía la “formatjades” que, a propósito , quizá les guste saber que las “formatjades” de Pascua son una costumbre gastronómica que exportan aquellas 110 familias menorquinas que en el año 1768, durante la segunda dominación inglesa emigraron a La Florida. Ese en algún estado americano se hagan “formatjades” por Pascua.
Para tener una idea de la importancia que la repostería ha tenido siempre en Menorca, tómense en cuenta los siguientes datos: en el año 1887 Maó contaba con 27 pasteleros, Ciutadella 11, Alaior 1, Es Mercadal 1. Total 40, sin contar con 3 fabricantes de chocolate que tenían tienda propia. En la misma fecha, había un solo dentista para toda Menorca.
La pastelería o repostería insular, desde muy antiguo, encontró una especial disposición entre los menorquines (nos gusta la sobrasada y las “albergínies” con miel) que aprendieron los placeres de la dulcería de los árabes, superándolos sin duda con una cantidad de productos que puede competir con éxito en cualquier parte.
Algunos productos de pastelería y repostería local tienen a mayor gloria ser originariamente menorquines y, curiosamente, al contrario de lo que pasa con la repostería peninsular, que tanto le debe a los obradores de los conventos y abadías, aquí no hay una repostería monjil o, en todo caso, en tan insignificante cantidad que no merece la pena destacar. Aquí la repostería tiene sus orígenes, sus raíces, su etimología gastronómica en las cocinas y hornos de la leña de “llocs” y casas de pueblo.
Los escaparates de las pastelerías menorquinas, son la frontera entre “las bocas hechas agua” y una dulcería diaria que mantiene su poder de convocatoria entre los adictos a endulzarse el paladar. Hay también una repostería puntual, festiva y con fecha en el calendario: por Todos ñps Santos buñuelos i arropes, para la matanza de cerdo “crespells” y “pastissets”, para Pascua “formatjades”, por Navidad “cuscussó”, “torró” casero y figuritas de confitura, etc.
Textos: José M. Pons Muñoz