El pan

Ningún alimento le ha quitado más hambre al ser humano que el pan. Un alimento básico, conocido desde la más remota antigüedad.

Al mezclar la harina con el agua en las proporciones que permitan formar una masa homogénea, y luego someter ésta a la acción del calor, se obtendrá un pan básico, origen de los panes que hoy en día consumimos. Pero el pan ha sido un alimento tan importante, que nada de extrañar tiene que en torno a él se hayan tejido hasta floridas muestras de literaria filosofía en el saber popular.

TOMADO DEL FOLCLORE MENORQUÍN DE FRANCISCO CAMPS

Des teu pa faràs sopes.
Dol amb pa és bo de passar.
Qui no guarda es pa no en té per l’endemà.
Pa, pa i no besades.
Pa dur passa tot amb u.

DE LOS REFRANCES CASTELLANOS SE HA TOMADO LA SIGUIENTE MUESTRA

A pan de quince días,
hambre de tres semanas.
Con pan y vino
se anda el camino.
El pan con ojos,
que salte pan con amor
Más vale pan con amor
que gallina con dolor.
Mejor pan duro que ninguno.
Pan con pan comida de tontos…
pero quita el hambre.
Por mucho pan nunca es mal año.

La importancia del pan nos ha dejado tics imperecederos, y así aún persiste la vieja costumbre de besar el trozo de pan que recogemos del suelo cuando éste se nos cae.

Frente al riesgo de una decisión comprometida, nos decimos: “Me estoy jugando una caldera de langosta”. Lo que diremos será: “Me estoy jugando el pan”, o “No dejaré que nadie ponga en peligro el pan de mis hijos”.

La crueldad de algunos regímenes carcelarios, le negaban al preso absolutamente todos menos el pan y el agua. Cuando rezamos el Padre Nuestro decimos: “El pan nuestro de cada día dánosle hoy”. Cristo cogiendo un trozo de pan dijo: “Este es mi Cuerpo”.

En el medio rural de Menorca era costumbre, el día 24 de diciembre, que los “missatges” cobrasen el salario del último mes del año, y con él el último “alet”, compuesto por una carta parte de un cordero y un pan grande para que en sus casas hicieran con él el “cuscussó”. Es decir, que el pan venía a formar parte de un salario. Un hecho mucho más común en la península, pues hasta bien mediado la mitad del último siglo (1950), al salario sobre todo de las gentes del campo, se le acompañaba con un pan o con dos, según los casos.

El pan payés, que se consumía sobre todo en los “llocs”, tenía una elaboración podríamos decir, si no curiosa, sí por lo menos peculiar. En una artesa (pastera), casi siempre un hombre “l’amo” o un “missatge”, pastaba la masa de agua y harina, porque con la cantidad siempre grande de aquellas horneadas era una trabajo duro, hacían falta brazos fuertes. La levadura no era otra cosa que un trozo de masa de pan, redondeada, aplastada y con una cruz en la parte superior que se hacía a ese trozo de masa, guardada de la última horneada que se hubiera hecho. La masa se trabajaba con la mínima agua y nada de sal o muy poca. Al amasar sólo por semanas o quincenas, se hacían unas hogazas o panes muy grandes. Eso, unido a una masa muy sentada con una harina muy pura, y como ya se dijo, con la mínima agua, favorecía que aquellos panes no perdieran las condiciones organolépticas durante semanas e incluso meses.

Textos: José M. Pons Muñoz

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